Había creído una vez en el amor; había entregado mi corazón y había soñado con construir una vida con aquel hombre al que le ofrecí la mía sin ninguna condición.
Pero la felicidad no es eterna, y tan fácil como se crea una ilusión, esta se destruye.
Él la destruyó, y aunque el tiempo pasó las heridas no se curaron.
Pero ahora el destino me da una oportunidad, una forma de cobrarle cada una de las lagrimas que lloré por su culpa; cada instante que pasé perdida en la amargura.
Dicen que la venganza es dulce, bueno pues... a mi no me interesa si es dulce o amarga; lo que deseo es que sufra como yo he sufrido, que sienta en carne propia lo que es el dolor. Aquel que sufrí hace años cuando frente a mis ojos pisoteó mi corazón.
Tika Pradilla
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